Por. José Gregorio Torres
Hasta hace unos años atrás se realizaban en diferentes lugares de Carache, la famosa quema de Judas, una tradición que tenía como finalidad recrear la condena de este celebre y renombrado personaje bíblico, y el que según las escrituras tomo la decisión de colgarse luego de haber vendido a Jesús por 30 denarios de plata. La costumbre de quemarlo luego de haberse colgado, puede referirse a lo que significa pasar por el fuego para lograr la purificación y la recuperación del Alma, nadie puede saberlo, pues de su vida solo se sabe lo que cuentan los evangelios donde se destaca su traición y que culmina con su propia liquidación.
En Carache se convirtió en un evento muy interesante, y que seguramente tiene que ver con las costumbres heredadas de nuestros colonizadores, pues con la religión católica, vinieron también fiestas paganas que ya la iglesia asumió para reorientarlas y utilizarlas como puntos de reflexión ante las permanentes conductas ilícitas del católico. Es la quema del traidor el acto que muestra el arrepentimiento ante la traición y la falta de fe, pero con el aditivo que el artista, el imaginero y el pueblo mismo, le da como valor agregado a este acontecimiento y hasta cierto punto macabro de quemarlo.
Aparece entonces el testamento que deja aquel hombre siniestro para sus herederos, este se utiliza para involucrar a personajes de la comunidad quienes durante el tiempo, se hayan destacado en diferentes situaciones buenas o malas, lo cierto es que se convierten jocosamente ese día, en herederos de Judas. Este año no sabemos si reaparecerá después de unos cuantos años de ausencia, y quienes serán sus herederos, lo cierto es que si los organizadores de los últimos años retoman esta actividad cultural, tendrán entonces muchos nombres que sumar al testamento, pues durante estos últimos años de ausencia, sin duda que han proliferado algunos personajes que bien merecen ser herederos de Judas Iscariote.
