La hipertensión arterial, comúnmente conocida como presión arterial alta, es una condición crónica en la que la fuerza ejercida por la sangre contra las paredes de las arterias es más alta de lo normal. Esta condición puede poner en riesgo la salud cardiovascular y aumentar la probabilidad de padecer enfermedades graves como enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular e insuficiencia renal.
La presión arterial se mide con dos valores: la presión sistólica, que representa la presión cuando el corazón se contrae y bombea sangre, y la presión diastólica, que indica la presión cuando el corazón está en reposo entre latidos. Se considera que una presión arterial normal es alrededor de 120/80 mmHg. Cuando estos valores superan consistentemente los 130/80 mmHg, se diagnostica hipertensión.
La hipertensión puede ser causada por diversos factores, como la genética, el sobrepeso u obesidad, el consumo excesivo de sal, la falta de actividad física, el consumo de alcohol y el tabaquismo. Es importante destacar que la mayoría de las personas con hipertensión no experimentan síntomas evidentes al principio, lo que la convierte en un «asesino silencioso» que puede dañar órganos vitales sin ser detectado.
El control de la hipertensión generalmente implica cambios en el estilo de vida, como seguir una dieta saludable baja en sal y grasas, hacer ejercicio regularmente, reducir el consumo de alcohol, dejar de fumar y manejar el estrés. En algunos casos, puede ser necesario recurrir a medicamentos recetados por un médico para mantener bajo control la presión arterial.
Es fundamental realizar chequeos regulares para medir la presión arterial y detectar cualquier aumento significativo a tiempo. El diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado son clave para prevenir complicaciones graves asociadas con la hipertensión.
Alix Román Reportero Comunitario
