LAS LAVANDERAS DE CARACHE UN DIGNO EJEMPLO DE TRABAJO SACRIFICIO Y HONRADEZ

Por. José Gregorio Torres

Desde siempre la mujer carachera ha dado demostración de tenacidad, paciencia protagonismo, sacrificio, en el siglo pasado, en el anterior y en todos los tiempos, cuando las circunstancias le eran más desfavorables y adversas, ellas supieron asumir su papel de abnegadas amas de casa, siempre con su aporte poco reconocido en un mundo machista por convicción.  En el caso de nuestras mujeres en Carache, no ha sido diferente, esto nos hace recordar a aquellas madres abnegadas que sin reprocharle nada a la vida, se dedicaron al servicio en casas, a planchar ropa ajena, cargar agua del río, leña, jayo de nuestros cerros y el legendario oficio de la lavandería, se levantaban más temprano que de costumbre, pues ese día las tareas de la casa comienzan al prender el fogón de leña, calar el maíz, pelarlo y lavarlo para cuando regresen del cerro, pero también hay que quebrar, moler el del día anterior para luego, pasarlo por la piedra de moler o majar, las arepas del avío, de la comida se encargarán las mujeres que se quedan en la casa.

Imagen referencial.

Tampoco se olvida la comida para los animales el pote de los cochinos, que hay que enviarlo donde la vecina para que, si tiene mande. Ya están listas estas mujeres ya se han tomado su bolón en jícara  (Especie de totuma o coco) con su pedacito de panela, el avío ya listo en una pequeña bolsa o mapire, agarran el mecate, el machete y el rodete, junto a la conformidad y se marchan dejando todo arreglado para que los que van a estudiar lleven su estómago conforme con lo poco pero suficiente para cumplir con sus responsabilidades diarias, casi con los mismos pasos se repite de nuevo la tarea, atravesar ahora el pueblo para llegar hasta el río y los lavaderos allá aprovechan de bañarse y refrescarse el cuerpo.

Sin embargo, se han adelantado otras mujeres con sus hijos que por no haber cargado leña hoy les tocó llegar más temprano; remojar embostar, fregar y enjuagar tres pasos fundamentales para obtener un buen lavado, pero cada una tiene su propio estilo para hacerlo y algunas de las lavanderas no están lavando ropa de la casa sino la de los clientes, porque las que pueden pagar, pagan por el trabajo.

Para 1970 ya las últimas lavanderas estaban cansadas y el gobierno local atendiendo sus peticiones le construyó un lavadero comunal en contribución a sus esfuerzos, pero estas ya habían adquirido físicamente una postura difícil de sustituir,  algunas preferían lavar de manera tradicional. Esta construcción perdió vigencia cuando se mejoró el servicio del agua a domicilio en las partes más altas del pueblo, sumándose a esto la llegada de la lavadora semiautomática. A esas emprendedoras mujeres que anónimamente también hicieron historia, y con ello su contribución a que personas como yo sepamos admirar su capacidad de aguante, tenacidad, sabiduría natural y su aporte, a muchas generaciones, a ellas y con el permiso de sus familiares se rinde este tributo en primer lugar a las que aún viven, con mucho mas afecto pues, todavía son parte de nuestro patrimonio viviente. En nombre de esas mujeres anónimas recordamos a: las hermanas. Rosa Elena e Isaura Benítez, Patricia Vargas, María Durán, Ramona Ulloa, Teresa Marín, Mercedes Benítez, Victoriana Terán, Juana Valera, a Elodia y Luisa Delgado, entre muchas otras para quienes, es este reconocimiento por todas esas cualidades que las hacen mecedoras de este recordatorio. “NO HABRÁ MAYOR HOMENAJE QUE SE LE HAGA AL HOMBRE QUE, DAR A CONOCER SUS APORTES POR MUY PEQUEÑOS E INSIGNIFICANTES QUE PAREZCAN”.

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